georges braque
una
dios que todo lo ves
despiojador del mundo cuatrojos
borla perdida en las torceduras de la túnica
sorprendido estás de ver a quien creías muerto
dar saltos a los grandes árboles
para arrancarles sus monos resignados
has visto cómo entre mis colmillos habla
su extremidad encogida
dos
todo lo encenega la edad que transcurre
los humores engordados deslizan
sus nervaduras prietas
en pequeños y ordenados dormitorios
acoge lo que soy en tus brazos y
mánchate de mí como las chimeneas
afilando el humo
tres
tanto como acontece bajo las camas
y la angustia nos dicta
en las hendiduras de la pared
en la espesura del aire
donde florece algún desasosiego
déjate espiar las vasijas
allí guardo mi sierra y
un hachón que de la cera alumbra
oscuros temblores en la tierra
cuatro
y puedo hacer de esta charca
un océano de pájaros escurridos
atrapándose los picos mudos
a distancias romas
como esos imperdibles que
clavas en tu antebrazo
cada noche
para que languidezcan las
pestañas
embotellando goletas
que una luna anuda presurosa
cuánta sangre teñida de
cabello
cinco
y hago todo el mal que puedo
cerca de tus pies
acechando la arena que en
tardes
dora hasta el tobillo
viejas tardes que perezosas
se alisan los senos
murmurando apartadas y
conmoviéndose en
esas arenitas del pulgar
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